* La presente es una exposición sucinta de la
teoría marxista para sustentar futuros análisis y críticas al respecto, a los
que agradeceré mucho contribuyan los lectores.
La reproducción es la condición primera del
movimiento económico de una sociedad. Cualquiera que sea la forma social de
producción, debe ser continua. Una sociedad no puede dejar de producir, como
tampoco de consumir. Para continuar produciendo, está obligada a transformar
continuamente una parte de sus productos en medios de producción, en elementos
de nuevos productos. Por lo tanto, la producción capitalista implica
necesariamente una reproducción capitalista. Esto significa que parte del
capital empleado con el objeto de obtener plusvalía deberá emplearse de nuevo
del mismo modo.
Así pues, la acumulación no es más que la transformación de plusvalía en capital. Una vez que se vende el producto, la plusvalía se convierte en una suma de dinero capaz de ser utilizada como capital, sumándose a la suma original que se usó de ese modo. Así “el capitalista adquiere más medios de acumular cuanto más acumula. Cuanto más trabajo no pagado de otro se haya apropiado anteriormente, más aún puede monopolizar en la actualidad” (Karl Marx, “El Capital”, Editors S.A., Barcelona, p.192).
Así, de la dinámica de la acumulación se sigue el proceso de concentración del capital. La competencia hace que los capitalistas se vean empujados a abaratar sus productos, lo cual requiere de un mayor productividad y una mayor utilización de capital. Ello trae como consecuencia la eliminación progresiva de los pequeños capitalistas que no pueden sobrevivir en tales condiciones. El desarrollo del sistema bancario y financiero contribuye también con esta tendencia, haciendo que más capital se acumule en manos de menos empresarios privados. De esta manera “a medida que se extiende la acumulación y la producción capitalistas, la competencia y el crédito, los más poderosos agentes capitalistas de la centralización, se desarrollan también” (Karl Marx, “El Capital”, Editors S.A., Barcelona, p.211).
El factor principal de la acumulación es la
composición orgánica del capital. La acumulación implicará necesariamente un
aumento absoluto del capital variable y, por tanto, de la demanda de trabajo.
Si el aumento de ésta supera al de la oferta hará subir los salarios, lo cual
beneficiará a los trabajadores. Pero esta situación no puede mantenerse
indefinidamente. El consiguiente aumento de la productividad hará que cambie la
composición orgánica del capital, siendo que el capital variable va
disminuyendo a medida que progresa la acumulación. Además el triunfo de la
máquina hace inútil la presencia de muchos obreros, privados en delante de
trabajo.
Es así como la acumulación crea necesariamente
un sobrante de población obrera, que a su vez se convierte en el más poderoso
auxiliar de la acumulación. Este sobrante de población se constituye como lo
que Marx llamó ejército industrial de reserva. La magnitud relativa de este
ejército de reserva aumenta a medida que el capitalismo se desarrolla, y está
disponible siempre que se le necesite. He ahí la ley general de la acumulación
capitalista: cuanto mayor es el volumen de los medios de producción y cuanto
mayor es la capacidad productiva, peor es la situación de la clase trabajadora.
El capital se acumula, la riqueza aumenta y se concentra en menor número de
manos pero al mismo tiempo hay una acumulación creciente de miseria.
Otra consecuencia del proceso de acumulación
capitalista es la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Como la tasa de
ganancia está en relación inversa con la composición orgánica del capital, la
acumulación produce una tendencia inevitable a la disminución de la cuota media
de ganancia.
Todo ello nos lleva a la teoría marxista de la
crisis. Para Marx, las crisis son soluciones violentas a los conflictos y
contradicciones interiores del sistema capitalista. Reestablecen el equilibrio,
pero sólo temporalmente. Son medios violentos para reestablecer una armonía
precaria en la producción. El origen de las crisis está en el fenómeno de la
sobreproducción. Provisto de una desmesurada fuerza de expansión, el capital
atrae hacia sí riquezas crecientes. Pero llega un momento en que la demanda es
insuficiente. Muchos de los bienes producidos son descartados y las fábricas se
llenan de excedentes. Es entonces que la crisis se hace manifiesta como una súbita
contracción de la producción.
Estas crisis que sólo aparecían de vez en
cuando se hacen cada vez más frecuentes. El fin de la producción capitalista es
la creación y acumulación de plusvalía; los medios, la expansión de las fuerzas
productivas. Los medios son más grandes que el fin. El capitalismo está
envuelto en una contradicción insoluble. El fin está cerca. La sentencia de
Marx es contundente: “Al paso
que disminuye el número de los potentados del capital que usurpan y monopolizan
todos los beneficios de este periodo de evolución social, aumentan la miseria,
la opresión, la esclavitud, la degradación, la explotación, pero también
aumenta la resistencia de la clase obrera, cada vez más numerosa, disciplinada,
unida y organizada por el propio mecanismo de la producción capitalista. El
monopolio del capital ha llegado a ser un obstáculo para el sistema actual de
producción, que ha crecido y prosperado con él. La socialización del trabajo y
la centralización de sus resortes materiales han llegado a un grado en que no
pueden contenerse ya en la envoltura capitalista. Esta envoltura está próxima a
romperse: la hora postrera de la propiedad capitalista ha sonado ya; los
expropiadores van a ser expropiados”. (Karl Marx, “El Capital”,
Editors S.A., Barcelona, p.239)