jueves, 25 de febrero de 2010

ECONOMÍA: La doctrina del marxismo (Parte X): Teoría del desarrollo capitalista


* La presente es una exposición sucinta de la teoría marxista para sustentar futuros análisis y críticas al respecto, a los que agradeceré mucho contribuyan los lectores.


La reproducción es la condición primera del movimiento económico de una sociedad. Cualquiera que sea la forma social de producción, debe ser continua. Una sociedad no puede dejar de producir, como tampoco de consumir. Para continuar produciendo, está obligada a transformar continuamente una parte de sus productos en medios de producción, en elementos de nuevos productos. Por lo tanto, la producción capitalista implica necesariamente una reproducción capitalista. Esto significa que parte del capital empleado con el objeto de obtener plusvalía deberá emplearse de nuevo del mismo modo.

Así pues, la acumulación no es más que la transformación de plusvalía en capital. Una vez que se vende el producto, la plusvalía se convierte en una suma de dinero capaz de ser utilizada como capital, sumándose a la suma original que se usó de ese modo. Así “el capitalista adquiere más medios de acumular cuanto más acumula. Cuanto más trabajo no pagado de otro se haya apropiado anteriormente, más aún puede monopolizar en la actualidad” (Karl Marx, “El Capital”, Editors S.A., Barcelona, p.192).

Así, de la dinámica de la acumulación se sigue el proceso de concentración del capital. La competencia hace que los capitalistas se vean empujados a abaratar sus productos, lo cual requiere de un mayor productividad y una mayor utilización de capital. Ello trae como consecuencia la eliminación progresiva de los pequeños capitalistas que no pueden sobrevivir en tales condiciones. El desarrollo del sistema bancario y financiero contribuye también con esta tendencia, haciendo que más capital se acumule en manos de menos empresarios privados. De esta manera “a medida que se extiende la acumulación y la producción capitalistas, la competencia y el crédito, los más poderosos agentes capitalistas de la centralización, se desarrollan también” (Karl Marx, “El Capital”, Editors S.A., Barcelona, p.211).

El factor principal de la acumulación es la composición orgánica del capital. La acumulación implicará necesariamente un aumento absoluto del capital variable y, por tanto, de la demanda de trabajo. Si el aumento de ésta supera al de la oferta hará subir los salarios, lo cual beneficiará a los trabajadores. Pero esta situación no puede mantenerse indefinidamente. El consiguiente aumento de la productividad hará que cambie la composición orgánica del capital, siendo que el capital variable va disminuyendo a medida que progresa la acumulación. Además el triunfo de la máquina hace inútil la presencia de muchos obreros, privados en delante de trabajo.

Es así como la acumulación crea necesariamente un sobrante de población obrera, que a su vez se convierte en el más poderoso auxiliar de la acumulación. Este sobrante de población se constituye como lo que Marx llamó ejército industrial de reserva. La magnitud relativa de este ejército de reserva aumenta a medida que el capitalismo se desarrolla, y está disponible siempre que se le necesite. He ahí la ley general de la acumulación capitalista: cuanto mayor es el volumen de los medios de producción y cuanto mayor es la capacidad productiva, peor es la situación de la clase trabajadora. El capital se acumula, la riqueza aumenta y se concentra en menor número de manos pero al mismo tiempo hay una acumulación creciente de miseria.

Otra consecuencia del proceso de acumulación capitalista es la tendencia decreciente de la tasa de ganancia. Como la tasa de ganancia está en relación inversa con la composición orgánica del capital, la acumulación produce una tendencia inevitable a la disminución de la cuota media de ganancia.

Todo ello nos lleva a la teoría marxista de la crisis. Para Marx, las crisis son soluciones violentas a los conflictos y contradicciones interiores del sistema capitalista. Reestablecen el equilibrio, pero sólo temporalmente. Son medios violentos para reestablecer una armonía precaria en la producción. El origen de las crisis está en el fenómeno de la sobreproducción. Provisto de una desmesurada fuerza de expansión, el capital atrae hacia sí riquezas crecientes. Pero llega un momento en que la demanda es insuficiente. Muchos de los bienes producidos son descartados y las fábricas se llenan de excedentes. Es entonces que la crisis se hace manifiesta como una súbita contracción de la producción.

Estas crisis que sólo aparecían de vez en cuando se hacen cada vez más frecuentes. El fin de la producción capitalista es la creación y acumulación de plusvalía; los medios, la expansión de las fuerzas productivas. Los medios son más grandes que el fin. El capitalismo está envuelto en una contradicción insoluble. El fin está cerca. La sentencia de Marx es contundente: “Al paso que disminuye el número de los potentados del capital que usurpan y monopolizan todos los beneficios de este periodo de evolución social, aumentan la miseria, la opresión, la esclavitud, la degradación, la explotación, pero también aumenta la resistencia de la clase obrera, cada vez más numerosa, disciplinada, unida y organizada por el propio mecanismo de la producción capitalista. El monopolio del capital ha llegado a ser un obstáculo para el sistema actual de producción, que ha crecido y prosperado con él. La socialización del trabajo y la centralización de sus resortes materiales han llegado a un grado en que no pueden contenerse ya en la envoltura capitalista. Esta envoltura está próxima a romperse: la hora postrera de la propiedad capitalista ha sonado ya; los expropiadores van a ser expropiados”. (Karl Marx, “El Capital”, Editors S.A., Barcelona, p.239)

ECONOMÍA: La doctrina del marxismo (Parte IX): Capital constante y capital variable


* La presente es una exposición sucinta de la teoría marxista para sustentar futuros análisis y críticas al respecto, a los que agradeceré mucho contribuyan los lectores.

Según Marx, en el sistema capitalista el beneficio y el interés procedían del trabajo realizado y no pagado. Por tanto la composición del coste de producción era determinante a la hora de determinar el rendimiento del capital. Si en el coste de producción había muchos salarios y poco aprovisionamiento de materiales habría más beneficio que si sólo se compraran y revendieran éstos. Sólo el capital empleado en pagar salarios a los trabajadores podía producir beneficio. Marx llamó a esta parte capital variable; era variable porque crecía merced a la explotación de los obreros. Por su parte, el dinero empleado en adquirir materiales y maquinaria no era capaz de generar plusvalía. Marx llamó a esta parte, capital constante.

De este modo, se apartaba de la teoría económica clásica, la cual sostenía que la tasa de rendimiento del capital tendía a ser constante cualquiera que fuese su composición, siendo que su fórmula del valor de cambio o precio era: capital constante + capital variable + tasa de rendimiento medio. Para Marx, en cambio, la fórmula del precio de equilibrio era: capital constante + capital variable + plusvalía, siendo ésta última mayor o menor según el porcentaje relativo de capital variable respecto del de capital fijo. Dicho de otra forma, cuantos más obreros y menos máquinas interviniesen en la producción mayor beneficio se obtenía. 

lunes, 22 de febrero de 2010

ECONOMÍA: La doctrina del marxismo (Parte VIII): Explotación capitalista y plusvalía


* La presente es una exposición sucinta de la teoría marxista para sustentar futuros análisis y críticas al respecto, a los que agradeceré mucho contribuyan los lectores.


Viéndose desposeído el obrero se ve obligado a presentarse al mercado para vender su fuerza de trabajo para un tiempo determinado. No tiene otra cosa que ofrecer. El capitalista, en cambio, como propietario de los medios de producción lo posee todo: suelo, máquinas, talleres, materia prima, medios de subsistencia, etc.

Para llevar a cabo la contratación del obrero por parte del capitalista es primero necesario medir el valor de su fuerza de trabajo. Para ello basta referirse a la cantidad de trabajo necesaria para su propia producción, es decir, la cantidad de bienes necesarios para que el obrero pueda cumplir con su trabajo y repetirlo. Así es como queda determinado el salario, de modo que “el precio medio del trabajo asalariado es el salario mínimo, es decir, la suma de los medios de subsistencia de los que tiene necesidad el obrero para seguir vivo como obrero. Por consiguiente, lo que el obrero recibe por su actividad es estrictamente lo que necesita para mantener su mísera existencia y reproducirla” (Karl Marx, “El Capital”, Editors S.A., Barcelona, p.53).

Pero si el capitalista pagase al obrero su fuerza de trabajo al valor que realmente produce, no le quedaría nada de beneficio. Es por ello que no lo entiende así. Piensa que, al comprar la fuerza de trabajo, adquiere también derecho absoluto sobre el trabajador y entonces consume toda su fuerza de trabajo, como si se tratase de una máquina. No limita la jornada a la cantidad de horas que bastan para que el obrero produzca su salario sino que le hace trabajar todo el tiempo posible y el reposo que le concede no es más que el estrictamente necesario para que pueda recuperar sus fuerzas.

Es así como el uso de la fuerza de trabajo no está en relación con su valor. He ahí el origen de la plusvalía: la diferencia entre el coste de la fuerza de trabajo y el valor que ésta puede crear. Es decir, el obrero trabaja diez horas, pero sólo cobra lo producido en dos. De las otras ocho se apodera el capitalista. La plusvalía coincide entonces, con el plus-trabajo, es decir, el trabajo realizado y no pagado al obrero. Marx lo explica de la siguiente manera: “La parte de la jornada de trabajo que traspasa los límites del trabajo necesario no constituye valor alguno para el obrero y forma la plusvalía para el capitalista; llamamos tiempo extra a esa parte de la jornada, y plus-trabajo al trabajo gastado en ella. Si el valor en general es una simple materialización del tiempo de trabajo, la plusvalía es una simple materialización del tiempo de trabajo extra, es plus-trabajo realizado” (Karl Marx, “El Capital”, Editors S.A., Barcelona, p.74).

ECONOMÍA: La doctrina del marxismo (Parte VII): Teoría del valor trabajo


* La presente es una exposición sucinta de la teoría marxista para sustentar futuros análisis y críticas al respecto, a los que agradeceré mucho contribuyan los lectores.

De acuerdo con el marxismo el trabajo se constituye como aquella actividad según la cual el hombre produce sus medios de subsistencia. Como tal, el trabajo produce objetos que satisfacen necesidades humanas, es decir, que tienen valor de uso. A su vez estos objetos, en cuanto mercancías, poseen valor de cambio, dado que pueden ser comprados y vendidos a un determinado precio. Antes de aparecer en el mercado, el objeto tiene valor de uso, es decir, responde a una necesidad; pero en la operación de intercambio no son sus caracteres particulares las que servirán de base para la ponderación. De ahí la necesidad de que la utilidad del objeto sea convertida en una unidad numérica, en un precio monetario. De este modo “como valores de uso, las mercancías son, ante todo de cualidad distinta; pero, como valores de cambio, sólo pueden ser de diferente cantidad” (Karl Marx, “El Capital”, Editors S.A., Barcelona, p.12).

Pero es allí donde surge el problema: dado que no puede existir cambio sin igualdad, ni igualdad sin conmensurabilidad, ¿cuál es ese algo común y de la misma magnitud que hace conmensurables las cosas? Para investigar ese “algo común” característico del valor de cambio, Marx repasa las diversas cualidades que poseen los objetos equiparados por medio del cambio. Descartando el valor de uso, sólo se queda con una de ellas: la de ser productos del trabajo. Las mercancías son valores en tanto que son materialización del trabajo, independientemente de sus características naturales, lo que es lo mismo que decir que el valor de cambio vendrá determinado por la cantidad de trabajo incorporado en la mercancía. Marx es categórico: “La sustancia del valor es el trabajo; la medida de la cantidad de valor es la cantidad de trabajo, que a su vez se mide por la duración y el tiempo de trabajo” (Karl Marx, “El Capital”, Editors S.A., Barcelona, p.13).

Pero aquí Marx no se refiere a cualquier trabajo particular sino al trabajo social pues tan pronto como el hombre produce socialmente, el valor de uso se hace independiente del trabajo individual y queda convertido en una fracción del trabajo total de la sociedad. El tiempo de trabajo que determina el valor de un producto es el tiempo social necesario para su producción, es decir, el tiempo necesario no en un caso particular, sino el tiempo medio, esto es, aquel que requiere todo trabajo ejecutado con el grado medio de habilidad y de intensidad en las condiciones ordinarias con relación al medio social convenido. El valor se modifica con la productividad del trabajo de modo que, por regla general, si la productividad del trabajo aumenta, disminuyendo el tiempo necesario para la producción de un objeto, el valor de éste disminuye, y a la inversa, si la productividad disminuye, el valor aumenta.

miércoles, 17 de febrero de 2010

ECONOMÍA: La doctrina del marxismo (Parte VI): Rechazo a la religión*


* La presente es una exposición sucinta de la teoría marxista para sustentar futuros análisis y críticas al respecto, a los que agradeceré mucho contribuyan los lectores.


“Yo quiero vengarme de aquel que reina por encima de nosotros (...) Yo lanzaré mi guante a la faz del mundo y me esforzaré por hundir a ese gigante pigmeo”. Estas palabras lanzadas contra Dios pertenecen al joven Marx en sus años de Universidad. Marx tomó de Feuerbach el materialismo y el ateísmo. Al igual que él, sostenía que la negación de Dios era indispensable para la construcción de un verdadero humanismo, puesto que Dios no era más que un ser ilusorio, fruto de la alineación del hombre.

De este modo fundamenta su crítica a la religión: es el hombre el que hace la religión y no la religión la que hace al hombre. Ésta no es más que la realización fantástica del hombre alienado, constituyéndose como una “alienación de segundo grado” consecuencia de la alineación económica. En palabras de Marx:

“La miseria religiosa es, por una parte, la expresión de la miseria real y, por otra, la protesta contra ella. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón, el espíritu de una situación sin espíritu. La religión es el opio del pueblo” (Karl Marx, Crítica a la filosofía del derecho de Hegel, introducción).

La religión es efecto de la estructura social injusta y al mismo tiempo la causa que refuerza esa injusticia, sacralizando los valores del servicio, sacrificio, humildad y paciencia en el “valle de lágrimas” del mundo. En cuanto “opio del pueblo” la religión lo adormece y lo hace soñar con un ilusorio más allá, distrayéndolo de la miseria real que vive en el más acá e imposibilitando la transformación de su realidad, lo cual sólo será posible si es que aúna sus fuerzas y revoluciona la estructura social del mundo real. Así “la abolición de la religión como felicidad ilusoria del pueblo, es la exigencia para su felicidad real” (Karl Marx, Crítica a la filosofía del derecho de Hegel, introducción). En consecuencia, la religión ha de ser totalmente eliminada de la sociedad comunista, ya que su único papel es consagrar la opresión y explotación y en la sociedad comunista el hombre es libre. Sólo ahogando las manifestaciones de la religión se completa la liberación del hombre, pues se lo libera de las cadenas a las que se ve atado por esta visión deformada del mundo y las cosas.

ECONOMÍA: La doctrina del marxismo (Parte V): Concepción del Estado*


* La presente es una exposición sucinta de la teoría marxista para sustentar futuros análisis y críticas al respecto, a los que agradeceré mucho contribuyan los lectores.

Los planteamientos esbozados anteriormente, constituyen los presupuestos requeridos para la generación de un enfrentamiento entre la clase propietaria de los medios de producción y los desposeídos. Este enfrentamiento que Marx llama lucha de clases es lo que constituye el motor de la historia. Se lee en el Manifiesto Comunista (1848):

“Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es la historia de la lucha de clases. Libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, siempre frente a frente, empeñados en una lucha incesante, velada unas veces, abierta y franca otras, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases antagónicas”.

Dichas clases antagonistas nacen a partir del modo de producción en el cual se desenvuelvan. Así como en el sistema de producción feudal, las clases antagonistas son los señores feudales y los vasallos, en el sistema capitalista, son la burguesía y el proletariado, quienes representan la lucha de contrarios.

De este modo en la sociedad presente la burguesía es la clase de quienes poseen los medios fundamentales de producción y vive a expensas del trabajo asalariado de los obreros. Es la clase dominante de la sociedad capitalista. A medida en que el capitalismo avanza aumenta la riqueza de los grandes capitalistas, y a la vez crece la opresión y la rebeldía de la clase obrera.

sábado, 13 de febrero de 2010

ECONOMÍA: La doctrina del marxismo (Parte IV): La lucha de clases *


* La presente es una exposición sucinta de la teoría marxista para sustentar futuros análisis y críticas al respecto, a los que agradeceré mucho contribuyan los lectores.


De acuerdo con lo expuesto el Estado se constituye como un elemento más de la superestructura de la sociedad fundada sobre la base constituida a partir de las relaciones sociales de producción. Pero para el marxismo es aún más que eso. En una sociedad donde existe propiedad privada de los medios de producción, en la cual se generan las distintas formas de desigualdad social, a favor de una minoría y contra una mayoría, no puede concebirse al Estado más que como a un instrumento de dominación de clase.

El Estado nace como fruto del antagonismo de las clases, como un instrumento para mantener las condiciones generales de la producción a favor de la opresión violenta del pueblo trabajador y en aras de lograr la salvaguarda de los intereses de la minoría explotadora. Fiel al espíritu del marxismo escribe Lenin:

“El Estado es el producto y la manifestación de los antagonismo de clases inconciliables. El Estado surge allí en el momento y en la medida en que, objetivamente, las contradicciones de clases no pueden ser conciliadas. Y a la inversa: la existencia del Estado prueba que los antagonismos de clases son inconciliables” (Citado por Maurice Fraigneux, “Comunismo, mística inhumana”, Ed. Atenas, Madrid, 1952, p.274).

El Estado se identifica con el aparato o conjunto de aparatos de los que se vale la clase dominante para mantener su dominio. “El poder político, propiamente hablando, es la violencia organizada de una clase para la opresión de otra”, nos dicen Marx y Engels en el Manifiesto Comunista. De ahí se sigue que el fin del Estado no es un fin benévolo como la justicia, la libertad o el bienestar general, sino pura y simplemente el interés específico de una determinada clase social. El Estado no sirve a la sociedad en su conjunto; favorece a unos, aplasta a los otros. Kosntantinov, uno de los más prominentes teóricos marxistas, nos dice: “El Estado representa la organización de clase de poder político que defiende y afianza los pilares en que se asienta el dominio sobre de tal o cual gendarmería. Dispone de ciertos órganos de poder (el ejército, la policía, los jueces, las cárceles, etc) para asegurar el dominio político de la clase que domina económicamente y para aplastar la resistencia de las demás clases”.

ECONOMÍA: La doctrina del marxismo (Parte III): El materialismo dialéctico*

* La presente es una exposición sucinta de la teoría marxista para sustentar futuros análisis y críticas al respecto, a los que agradeceré mucho contribuyan los lectores.

Como es sabido Marx tomó de Hegel la dialéctica y de Feuerbach el materialismo y es en base a estos que construye su filosofía de la historia, más conocida como materialismo dialéctico. De acuerdo con éste el factor económico se constituye como la fuerza motriz de la historia. En el devenir de la historia la primacía pertenece a las fuerzas materiales, siempre en movimiento siempre en evolución. No existe causa primera ni fin último. La materia, las condiciones materiales de la vida, son la explicación última y definitiva.

Pero a su vez, el movimiento de la historia es dialéctico. De acuerdo con Hegel la dialéctica se define como una progresión en la que cada movimiento sucesivo surge como solución de las contradicciones del movimiento anterior. Pero, en contraposición con la de Hegel la dialéctica marxista no se orienta hacia la idea sino hacia la materia concreta. Así, al aplicar a la historia la dialéctica materialista, se dirige hacia el hombre concreto, en sus condiciones materiales de vida. Al comienzo los hombres se encuentran con relaciones sociales de producción muy simples, con el sólo objeto de satisfacer sus necesidades básicas. Pero luego a medida que van creciendo las fuerzas productivas y las necesidades de la sociedad es necesario establecer relaciones sociales superiores y más acordes con el desarrollo de éstas. En el prólogo a su Contribución a la crítica de la economía política (1859) Marx nos explica este proceso:

“Al llegar a una determinada fase de desarrollo las fuerzas productivas entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se convierten en trabas suyas, y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base económica se transforma, más o menos rápidamente, toda la superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian estas transformaciones hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra las formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de transformación por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicar esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas y las relaciones sociales de producción. Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas las fuerzas productivas que caben dentro de ella y jamás aparecen nuevas y más elevadas relaciones sociales de producción antes de que las condiciones materiales para su existencia hayan madurado dentro de la propia sociedad anterior. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, porque, mirando mejor, se encontrará siempre que estos objetivos sólo surgen cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condiciones materiales para su realización. En general, podemos designar como otras tantas épocas de progreso en la formación económica de la sociedad el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno capitalista. Las relaciones de producción capitalistas son la última forma antagónica del proceso social de producción; antagónica, no en el sentido de un antagonismo individual, sino de una antagonismo que proviene de las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en la sociedad capitalista brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo. Con esta formación social se cierra, por tanto, la prehistoria de la sociedad humana”



miércoles, 10 de febrero de 2010

ECONOMÍA: La doctrina del marxismo (Parte II): Primacía de lo económico*

* La presente es una exposición sucinta de la teoría marxista para sustentar futuros análisis y críticas al respecto, a los que agradeceré mucho contribuyan los lectores.

Para Marx el hombre es ante todo su trabajo, un productor social de sus medios de subsistencia. En la producción social establece relaciones sociales cuya forma vendrá determinada por el grado de desarrollo de las fuerzas productivas. Estas relaciones sociales constituyen la infraestructura económica, sobre la que se levanta toda la superestructura de instituciones políticas y jurídicas, de ideas y modos de pensar, que reflejan, en última instancia, la estructura económica existente. En palabras de Marx:

“En la producción social los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes a su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material determina el proceso de la vida social, política y espiritual en general”. (Karl Marx, Contribución a la crítica de la Economía Política, 1859, prólogo)

El factor fundamental y determinante de todas las sociedades es el modo de producción Todos los cambios importantes en la cultura de un período (su política, ética, religión, filosofía y arte) se explican nada más que en función de cambios en la infraestructura económica. Hay una absoluta primacía del factor económico a tal punto que no es el hombre el que orienta y dirige la producción sino que “es la producción y sus relaciones, creación humana, las rigen al hombre, en lugar de estar subordinadas a él”. (Karl Marx, El Capital, Editors S.A., Barcelona, p.21.)

ECONOMÍA: La doctrina del marxismo (Parte I): Su concepción del hombre

* La presente es una exposición sucinta de la teoría marxista para sustentar futuros análisis y críticas al respecto, a los que agradeceré mucho contribuyan los lectores.

Para Marx el hombre es ante todo su trabajo, un productor social de sus medios de subsistencia. Por su acción sobre el mundo exterior, la naturaleza y la sociedad, el hombre modifica continuamente su propia naturaleza. Criatura maleable, el hombre se modifica con la historia. No posee un ser real o verdadero sino que es un mero devenir de las condiciones materiales de su existencia. “La esencia humana no tiene realidad alguna verdadera” (Karl Marx, Crítica a la filosofía del derecho de Hegel, introducción) dice contundentemente Marx.

En la misma línea y fiel a su materialismo, el marxismo niega la primacía del espíritu. Éste no es más que un producto de la materia, la cual lo engendra, mueve y dirige. Sin la materia el espíritu. El pensamiento y la conciencia no son más que un subproducto de la materia en eterna evolución, en eterno movimiento. “La materia en su ciclo eterno se mueve según sus leyes que, en un alto grado determinado, tan pronto aquí, tan pronto allá, producen en la sustancia orgánica el espíritu pensante”, escribe Engels (Citado por Maurice Fraigneux, Comunismo, mística inhumana, Ed. Atenas, Madrid, 1952, p.161).

El hombre no existe como persona o individuo sino sólo como ser social. Está formado por la sociedad y depende enteramente de ella. “El hombre es el mundo del hombre: Estado, sociedad” (Karl Marx, Crítica a la filosofía del derecho de Hegel, introducción). La sociedad es anterior a él. Lo forma y moldea. Su conciencia no le pertenece esencialmente a sí mismo sino que es fruto de la vida en común. Sea que piense, actúe o hable, sus impulsiones más originales no salen de lo profundo de su ser, sino que responden a la clase social a la que pertenece. “No es su conciencia la que determina su ser social sino que es su ser social el que determina su conciencia” (Karl Marx, Contribución a la crítica de la Economía Política, prólogo).

Pero el hombre está a su vez enajenado, es decir, se ve sometido a los productos de su propia creación en un sistema de producción ajeno a él y que no controla conscientemente. “La desvalorización del mundo humano crece en relación directa a la valorización del mundo de las cosas” nos dice Marx (Karl Marx, Manuscritos económicos y filosóficos, Madrid, 1970, p.105). Pero, ¿cómo es que se enajena el hombre? El hombre se enajena en el trabajo. Su trabajo es algo externo a él, no pertenece a su ser. En el trabajo no se realiza, sino se degrada; no se siente feliz, sino desgraciado. Por ello es que su trabajo es pesado y forzoso. Dada la propiedad privada de producción cuando el hombre trabaja lo único que hace es enajenarse pues su trabajo no le pertenece a él, sino a otro.